miércoles, 28 de octubre de 2015

Los muchachos comunistas

Los muchachos comunistas

Ensayo. Korn y Trímboli rescatan la figura de Alfredo Varela, autor de la novela que dio origen a “Las aguas bajan turbias”, y su relación con Hugo del Carril.

POR ISIDORO GILBERT

Hugo del Carril, actor y cantor de tangos pero también de la versión grabada de la Marcha Peronista, leyó el libro que escribió Alfredo Varela, El río obscuro,acaso a finales de los 40. Se entusiasmó tanto que decidió llevarlo a la pantalla, pero las principales negociaciones con Varela las debió realizar en la cárcel de Villa Devoto, donde el autor, comunista, cumplía una larga reclusión, en parte junto a Atahualpa Yupanqui, entonces también del PCA, acusados de “orinar” a la salida de una actividad en la embajada de la URSS.
Varela publicó su libro en 1942 en la editorial Lautaro, cercana a sus ideas políticas, que fue precedido por notables notas que sobre la situación de los trabajadores de los yerbatales que escribió en el sensacionalista Ahora y más tarde en el comunista La Hora . Puede que aquellos artículos hayan sido el borrador de lo que iba a ser El río… . A Misiones había viajado instado por Marcos Kaner, una leyenda de las luchas en el Alto Paraná: fundó sindicatos y llevó por allí las ideas del comunismo.
De esta conjunción de un escritor comunista y la voz de la marcha más famosa se corporizó el filme Las aguas bajan turbias , estrenada en 1952 con éxito, el mismo que ya había alcanzado el texto aquí y en el exterior, con traducciones a varios idiomas.
Guillermo Korn, ensayista y docente, y Javier A. Trímboli, profesor de historia, vieron en esa novela muchas vetas para analizar. Una que no es menor: ese encuentro a principios de los 50 entre esas dos personas cuando el peronismo estaba en auge (entre muchísimas cosas) por haber rebanado al comunismo de los sindicatos que ellos habían impulsado con suceso entre 1926 y 1943, como lo demostró Hernán Camarero en un ensayo sobre el tema.
Así, trama y novela son desmenuzadas por Korn y Trímboli en Los ríos profundos. Hugo del Carril/Alfredo Varela: un detalle en la historia del peronismo y la izquierda(Eudeba). Hay erudición en este palimpsesto –como lo define Horacio González en su prefacio–; la información es volcada con precisión: yergue como dato mayor el haber recuperado para la historia la novela –sin duda una de las mejores que se han escrito en el país–, a su autor que se limitó a esa sola porque lo suyo fue la militancia comunista y sólo incursionó en libritos menores o en poesía.
Del Carril tiene su fascinación. De cantar sin aparecer en Los muchachos de antes no usaban gomina (1937) el tango Tiempos Viejos , convertirse en galán, ser la voz de la Marcha Peronista, se introdujo en el cine donde la temática social fue casi excluyente. Filmó entre otros, Las Tierras blancas de Juan José Manauta (otro comunista), y se rodeó en sus producciones de guionistas y técnicos exiliados por ser republicanos cuando la Guerra Civil Española.
Este encuentro Varela-Del Carril da pie a los autores a hurgar el libro, su época, el historial comunista y en su desencuentro con el movimiento que encabezaría Perón en 1945. Se trata de un hecho excepcional; no son vidas paralelas sino un cruce momentáneo que provocó en el aparato estatal remezones. Apold, el controlador ideológico, trató de impedir el proyecto que tuvo respaldo del Presidente.
El río oscuro no es para los autores expresión del realismo socialista, como lo calificó enContorno , Noé Jitrik. “Realismo naturalista”, define González a esa novela de fuste.
El relato de Varela es pródigo en describir el régimen de explotación de los trabajadores de la yerba mate y un momento cargado de tensión es aquel cuando dos personajes, los hermanos Morey-ra, se abren paso a balazos para escapar del infierno verde. Son expresiones para los autores “de un tipo de rebelión que se ha quedado sin futuro (pero) hay material suficiente para forjar una identidad de clase, para constituir al sujeto que avance por empezar en el cumplimento de la ley que ponga freno a los excesos de la explotación. Al concluir las entregas no quedan demasiadas dudas sobre lo inconveniente que sería esperar que la solución provenga de los mismos mensús”. Entonces, parecen decir Korn y Trímboli, que esto se revertiría cuando llegue el coronel y mande guardar. Es el enfoque que tiene el trabajo minucioso e inteligente pero reivindicando a Varela como prominente escritor.

lunes, 19 de octubre de 2015

El ARTE del fútbol - Fontanarrosa

Córdoba se vuelve drama

Córdoba se vuelve drama

Teatro. En estos días el Festival Internacional Mercosur convierte plazas, museos, empresas, hoteles, centros culturales, boliches y hasta la cárcel de la ciudad en dramaturgia y escenario.

POR IVANNA SOTO. ENVIADA A CORDOBA


El espectador del Festival Internacional de Teatro Mercosur es diverso. Es el que ocupa seguido las localidades del Teatro Real pero también el que, de pasada, interpreta una obra en la plaza San Martín –con auriculares que le permiten actuar, con algún desconocido que anda por allí, un texto que le dictan al oído– (Karaoke para 2 , de la compañía mexicana Teatro de Babel - Cero Varo A.C.). Es el que recorre y resignifica el Centro de la ciudad de Córdoba protagonizando un juego de espionaje, guiado por las acciones pautadas a través de un mp3 (Audiotour Operación 7.02, de la compañía germano cordobesa Bineural-Monokultur), y también el espectador que vive en un barrio y descubre en el centro cultural cercano que el teatro puede trasladarlo hacia otros mundos. Aquel que vive en la cárcel y encuentra en el teatro, con la llegada de una bella historia de amor y humor, al menos, una distracción (Teoría de la comedia romántica, del grupo salteño Habemus teatro).

El que se hospeda en un hotel y se entera de que en la habitación contigua están dando una obra que sucede en tres ciudades a la vez: Buenos Aires, Florianópolis y Bremen, vía Skype, con públicos simultáneos (Odiseo.com, coproducido por el CELCIT y la brasileña Experiencia Subterrânea). El que va a una sala y se encuentra con el escenario completamente cubierto de panes de hamburguesa y la escucha de los nueve movimientos de la pieza de Joseph Haydn, Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz , interpretados por el pianista Marino Formenti desnudo, lo obliga al redescubrimiento del trascurrir del tiempo ( Gólgota picnic , de la compañía francesa Humain Trop Humain).

Y no hay que olvidar al que, como siguiendo un ritual, todos los viernes por la noche va a ver a la Mona Giménez y un día se topa con la Comedia Cordobesa que, en una versión breve del melodrama Eran cinco hermanos y ella no era muy santa, le canta cuarteto y le cuenta una historia que conoce y le pega en la cara de frente (esa noche, la de la inauguración del Festival en el Monumental Sargento Cabral, hubo más de 8.000 personas).
Queda claro: el espectador aquí es el centro. En términos de política cultural, la visión fundamental del Festival de Teatro Mercosur es llegar a la gente. Y específicamente, llegar a esa gente que está bien alejada del circuito teatral. Esa realidad es consecuente con la historia que lo antecede: la creación del Festival Latinoamericano de Teatro –creado por Carlos Giménez y suspendido luego de la llegada del gobierno de Ramón Mestre al poder a mediados de los 90.

El Mercosur es una festividad valorada como todo aquello que se recupera después de mucho esfuerzo. Los contextos sociopolíticos son bien diferentes, pero se podría afirmar que, en sus primeras ediciones –en los 2000 tuvo 60.000 espectadores en 10 días y en 2001, 83.000 en 15 días–, se lo recibió casi con la misma energía con la que el Latinoamericano festejó la revolución expresiva de la democracia en 1984. Córdoba así fue pionera en la vuelta del teatro a la calle y la retroalimentación cultural. Diez ediciones después, aunque algunos años menguó la llegada al público, el espíritu sigue vigente.
Vale aclarar que, contra lo que suele abundar en el FIBA en Buenos Aires, este no es un festival para aquellos que quieren quedarse sentados y ver qué sucede en escena. Aquí hay que poner el cuerpo, cambiar los roles y traspasar límites para generar experiencias que difícilmente alcanzan la calidad escénica de algunos grupos sobre tablas, pero ganan en otro terreno: la experimentación. Por eso las salas son teatros pero también plazas, museos, boliches, hoteles, empresas, centros culturales y hasta la ciudad misma, como dramaturgia y escenario.
En la programación, se celebra que casi no haya producciones de Buenos Aires, sino de Neuquén, Santa Fe, Catamarca, Salta y, por supuesto, Córdoba. Las obras del exterior –de Italia, España, Alemania y Francia, de Canadá y México, de Brasil, Chile, Paraguay y Ecuador, de Corea del Sur–, contribuyen al choque de culturas y permiten contrastar el simbolismo en la bellísima puesta de Fausto I + II de la joven compañía coreana Haddanse Theatre –que da cuenta de otra forma de construir metáfora a partir de la historia de Goethe–, con el teatro narrativo de Cadena de Montaje , por la compañía canadiense Le Carrousel, y los diferentes modos de poner un cuerpo en movimiento de la francesa Marie-Louise , por la Compagnie l’Eolienne.
Por otra parte, hay otra característica que va de la mano de lo anterior: la expansión. Si bien el foco es Córdoba capital, las obras recorren 18 localidades del interior provincial en pos de descentralizar las artes escénicas. Lo dice Raúl Sansica, director del Teatro Real y de este festival, uno de los más grandes del país: “Partiendo de la idea de que el arte es el espacio catalizador que permite la convivencia de lo heterogéneo, tratamos de llegar a todos los rincones de nuestra geografía.

 Nuestra provincia ha crecido exponencialmente y esto dificulta el diálogo entre sectores y el reconocimiento de la pertenencia a una unidad que nos contiene. Recuperar la noción festiva y hacerla extensiva a toda la comunidad como una obligación del Estado y un derecho ciudadano es su función más importante y es lo que se profundizó a lo largo de estas ediciones”.
Los primeros cinco días de festival –desde su inauguración el pasado 2 hasta el cierre de la edición de esta revista– pasaron más de 20 mil espectadores por más de 45 actividades (además de obras, charlas, talleres, jornadas y presentaciones de libros). Para su final el domingo 11, se augura más del doble. Mientras tanto, los espectadores seguirán transitando mutaciones que los llevarán a los lugares más inesperados. Y eso ya es una fiesta.

sábado, 17 de octubre de 2015

Ilegales, truchos y malos

Ilegales, truchos y malos

Matías Dewey. Una investigación inusual y exhaustiva sobre La Salada y los desarmaderos del Conurbano revela redes clandestinas, en un fluído sistema de mafias y autoridades de todo nivel.

POR HECTOR PAVON


El Conurbano bonaerense es territorio de ficciones pero cruzadas con realidades muy duras. Hacia allí se dirigió el sociólogo y politólogo argentino Matías Dewey para investigar dos íconos de la economía informal y delictiva: la feria La Salada y los desarmaderos de autos cruzados por el papel de las autoridades: con y sin uniforme. Dewey hizo estas investigaciones becado por la Fundación Alexander von Humboldt y el Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades. Viajó varias veces desde Alemania hasta el Sur del Gran Buenos Aires para realizar su trabajo de campo. Estuvo siete meses en 2013 en La Salada, trabajó en un taller con una familia, como carrero en la feria y de ese modo realizó más de 100 entrevistas en profundidad con diversos actores del mercado.

Esta entrevista se hizo por escrito y por teléfono. Algunas preguntas fueron respondidas durante el vuelo que llevó a Dewey de Alemania a Estados Unidos donde se instalará temporalmente en la universidad de Austin para trabajar con Javier Auyero.
–Teniendo en cuenta el panorama que usted describe e interpreta ¿Qué nos distingue negativamente de países similares al nuestro?
–No hay nada que sea particular de la Argentina. En Italia, Rusia, varios países africanos e incluso en Estados Unidos, ha existido (o existe) la mafia. La mafia crea un orden social basado en la venta y compra de protección a la que convierte en necesidad, en un servicio por el cual cobra; y esto sucede porque las instituciones formales no son capaces de ofrecer protección legal y efectiva. El lugar de esas instituciones es ocupado por otra instancia y a la protección (de diverso tipo) la suministra una organización extra-legal porque el Estado no puede o no quiere hacerlo. Todos confían muy poco en los demás y, para reducir el riesgo de ser perjudicado, se contratan los servicios de grupos (mafiosos) que son muy efectivos a la hora de amenazar y aplicar la violencia. Este comportamiento mafioso es observable en ciertos sectores del Estado.
–¿Por qué sostiene que en el orden clandestino no hay caos?
–Porque la protección mafiosa es un mecanismo que no es disruptivo sino que es un “acuerdo” que promueve otros. Ante la necesidad de querer accionar por fuera de la ley y ante la correspondiente necesidad de protegerse de ella, existe alguien que ofrece la posibilidad de hacerlo, es decir protección. No es que los delincuentes encuentran a representantes estatales apegados a la ley sino que encuentran a funcionarios dispuestos a suspender la ley en ciertos sectores (zonas liberadas) o por un lapso. La venta de protección, entonces, hace que los intercambios económicos ilegales se reproduzcan. El fenómeno es disruptivo en la medida que genera efectos negativos: aumento del consumo de drogas con todo lo que eso conlleva, predación de fauna y flora salvaje, aumento del robo de autos, de tráfico de personas, expansión de talleres clandestinos, etc.

Pero no sólo existe una gran demanda de protección por parte de grupos que operan en mercados ilegales, sino que los mercados ilegales son tolerados porque ofrecen beneficios: ropa barata, trabajo informal, autopartes económicas, prostitución, drogas, etc. Y las autoridades sacan provecho de dichas “externalidades” o efectos positivos. La ferialización del espacio público es un claro ejemplo de autoridades que permiten violar diversos tipos de reglamentos para poder gobernar, esto es, entre otras cosas, generar y promover empleos informales. Y además alientan la formación de pequeñas mafias que están en contacto con la policía y dirigentes políticos. En el fenómeno de los desarmaderos puede verse algo similar. Por un lado es producto de una doble moral de la población que consiste en quejarse de los robos y, al mismo tiempo, de beneficiarse silenciosamente de autopartes más baratas. Por otro, se trata de un negocio que los gobiernos han tolerado porque hay un acuerdo previo respecto del gobierno de la seguridad. Esto es: los gobiernos han delegado el problema de la “mantención del orden público” en las fuerzas de seguridad y a cambio les han dejado “cajas” con las que la policía tradicionalmente ha completado sueldos magros y ha mantenido la infraestructura.
–¿Cómo vio La Salada? ¿Es una metáfora, una representación a escala de la Argentina?
–La Salada es, en muchos sentidos, una Argentina. Existe una gran hipocresía cuando la forma de describir ese lugar es desde la moral y las normas y, al mismo tiempo, gran parte de la población se beneficia de esa economía informal e ilegal. Es una economía que ha funcionado de colectora de gente, primero de aquellos que perdieron con la hiperinflación, luego con la crisis de 2001 y, ahora, con la economía en crisis. Es la confluencia de problemas profundos que no se han querido o podido enfrentar: una migración descontrolada, una urbanización sin ninguna planificación, una política partidaria oportunista y venal, la falta generalizada de títulos de propiedad, etc. Y bajo esas condiciones creció una economía que necesita de todo eso para poder ofrecer productos baratísimos y cada vez más necesarios para sectores empobrecidos.
–¿Qué significa que un funcionario haya admitido que si no fuera por La Salada, “nuestra gente no tendría donde vestirse”, como cita en el libro?
–Primero, que el gobierno sustenta sus políticas en la economía de La Salada. Es como decir, si no fuese por Villavicencio nuestra gente no tendría agua. Segundo, es admitir ser impotente frente a un problema y “tercerizar” su solución. Tercero (y creo que es lo peor), es mostrar que los funcionarios están dispuestos a violar las normas del Estado al cual representan si consideran que es necesario. El representante del Estado no distingue, o no quiere, entre una industria legal y otra ilegal.
–¿No cree que La Salada es también un lugar de resistencia de la cultura popular que se expresa a través de sus consumos?
–Antes que un lugar de resistencia, La Salada es un lugar que expresa un deseo de “acceso” a bienes y servicios. Existe un creciente sector de la población que no accede a bienes y servicios básicos. La política de los últimos años no ha logrado revertir el proceso de segregación de sectores de la población. Y aunque este no es un problema específicamente argentino (el de la brecha incluidos/excluidos), sí parece ser argentino el omitir una discusión honesta y apegada a lo que sucede y no hiperideologizada. La Salada ha permitido dar estabilidad y una fuente regular de ingresos a muchísimas personas. Familias y trabajadores –afectados por sucesivas crisis– encontraron la posibilidad de progresar, aunque en proporciones muy por debajo de lo que podría pretender un miembro de clase media.

La Salada no está afectada por las crisis de la economía formal. Es más, se beneficia de las inestabilidades de ella. Ejemplo: el mejor año de La salada fue el 2001, mientras la economía formal se hundía. Me cuesta considerar que los consumos de productos de La salada respondan a una suerte de resistencia popular. Todas las personas que he entrevistado se comprarían una prenda original si pudiesen. Además, la palabra “resistencia”, al traer a la memoria resistencias políticas o militares, parece sugerir cierta organización o acción colectiva que en La salada es totalmente inexistente. El deseo de “acceso” incluye el deseo de acceder a ser parte de la sociedad a la cual la gente de La Salada siente que no pertenece totalmente.
–¿La Salada está del “otro lado” de la ciudad?
–Entre la CABA y La Salada existe, en algún lugar, un muro invisible, que separa al sector de los “delincuentes” y “falsificadores” de otro sector de la gente “educada” y que viste bien. He convivido muchos meses con una familia de bolivianos que fabrican camperas “Adidas” y su mayor deseo era que se les reconozca como habilidosos, que tienen un emprendimiento económico y que trabajan mucho. Como en la sociedad de la “gente educada” (uso palabras de mis entrevistados). Acceso y reconocimiento son dos necesidades subjetivas muy generalizadas.
–¿Hubo algo en particular que lo haya impactado en el plano subjetivo?
–Me ha impactado el nivel de aspiraciones personales que existe en La Salada. Es realmente una economía que funciona, si dejamos por un momento de lado las cuestiones negativas. Para mi trabajo también he entrevistado a productores de indumentaria “legal” y el contraste era notable. En un lado, el mundo legal, sólo había incertidumbre y pronósticos poco auspiciosos. En el otro lado, esperanza y gente creyendo que podrían seguir progresando indefinidamente. Algo así como un sueño americano en el Conurbano. Definitivamente dos países, entrelazados, pero con representaciones completamente diferentes de cómo será el futuro.
–¿Qué distingue al robo de autos y su desguace de otros delitos para que tenga tanta estructura?
–Es un mercado ilegal como otros. Yo lo he investigado porque quise innovar ofreciendo información sobre un tema del que no se sabe nada. Pero este mercado es un claro ejemplo de tolerancia a la ilegalidad, se evidencia en la alta demanda de autopartes que, en definitiva, mueve el mercado. A todos los mercados ilegales los mueve la demanda y no la oferta. Es un mercado que presenta muy buenas cifras de robo ya que los damnificados siempre hacen la denuncia para poder recibir el dinero del seguro. Es un caso en el que existen muchos ex policías, especialmente trabajando para las “recuperadoras” que tienen las aseguradoras. Este mercado es muy sensible a los tipos de gestiones de “seguridad” ciudadana. Las cifras de robos muestran que existió una considerable reducción cuando las autoridades políticas decidieron gobernar el problema de la seguridad y no dejarlo –ni la caja– en manos de la policía.

martes, 6 de octubre de 2015

El arte es una de las pocas cosas con que se llega a Dios



Padre Ugo de Censi Ugo de Censi nace el 26 de enero de 1924 en Polaggia, Italia, pequeño pueblo de la provincia de Sondrio. 

Procedente de una familia humilde y sencilla, es educado junto a sus cinco hermanos en el amor a Dios y al prójimo, tanto es así que, siendo aun muy jóvenes, él y su hermano Ferruccio deciden ingresar al seminario. 

En 1940, a los dieciséis años, muere su madre Ursula. En 1949, la tuberculosis ósea afectaría su vida para siempre, obligándolo a transcurrir un largo periodo en el hospital de Santa Corona, cerca de Génova. Tres años más tarde, el ocho de marzo de 1952, es ordenado sacerdote salesiano y su vida se convierte en un largo peregrinaje de prédica del evangelio, de caridad y de amor al prójimo. 

El Padre Ugo es fiel devoto de San Juan Bosco, fundador de la Congregación Salesiana y tiene, al igual que él, un gran amor por las actividades con los jóvenes. En 1955, empieza a trabajar con los muchachos del Centro de Arese; hogar de jóvenes difíciles, sin familia y con problemas de conducta. 

Es una etapa importante en su vida: El estar con estos chicos templa su carácter. En 1960, es nombrado asistente espiritual de los oratorios de Lombardía y de Emilia y, convencido que no puede trabajar con los muchachos en un lugar cerrado como una oficina, convoca en las vacaciones a los catequistas a escalar las montañas en "Val Formazza" para hacerlos estudiar y prepararlos en una visión y un camino que entenderían mucho después. 

En 1966, después de diez años de permanencia misionera en Brasil regresa a Italia el Padre Pietro Melesi y le comenta las dificultades que encuentra en su trabajo a favor de los pobres en Mato Grosso. El Padre Ugo lanza entonces a sus muchachos esta propuesta: ¿"Porqué no vamos a ayudarlo?" Era el ocho de julio de 1967 cuando el primer grupo de jóvenes misioneros parte hacia el Brasil. 



El Padre Ugo no pudo acompañarlos debido a la TBC ósea, y mientras es internado en el hospital de Santa Corona, sus jóvenes parten a esta primera Misión. Desde su lecho de hospital, sigue paso a paso el trabajo.


Les escribe, les aconseja, les guía; así nace la "OPERACIÓN MATO GROSSO".


"En los años sucesivos, la OMG amplía su radio de acción más allá del Brasil, abriendo misiones en Ecuador y Bolivia, creándose en 1975 la primera Misión en Perú. En 1976, el Padre Ugo se instala definitivamente en el Perú como Párroco en la parroquia de Chacas, perteneciente a la prelatura de Huari, en donde es obispo Monseñor Dante Frasnelli.


El deseo de Dios cada vez más fuerte y sufrido es la motivación fundamental que lo empuja a entregarse completamente a los jóvenes y a los pobres. Su vida tan sacrificada, intensa, llena de afecto brindado y recibido, es un ejemplo que influye en muchos jóvenes que desean imitarla y seguirla, llegando a tomar decisiones muy serias, como el sacrificio de trasladarse desde Italia con la familia para establecerse en poblados de la sierra muy pobres, u otras, como aquellas de quienes toman el camino del sacerdocio."

Alone in the Wilderness El carpintero de Alaska



Richard Proenneke








Richard Louis Proenneke





Información personal


Nacimiento

4 de mayo de 1916

Estados Unidos, Iowa


Fallecimiento

28 de abril de 2003, 86 años

Estados Unidos, California


Causa de muerte

Accidente cerebrovascular


Nacionalidad

estadounidense


Información profesional


Participó en

Segunda Guerra Mundial


[editar datos en Wikidata]



Richard Louis "Dick" Proenneke (4 de mayo de 1916 - 28 de abril de 2003) fue un naturalista estadounidense que vivió en soledad en las altas montañas de Alaska, en un lugar denominado Twin Lakes. Viviendo en una cabaña construida por él mismo, Proenneke realizó valiosas mediciones y grabaciones relacionadas con la meteorología y otros fenómenos naturales.

Vida


Sus padres se casaron en 1909, o principios de 1910, y tuvieron seis hijos. El año de nacimiento de Richard se sitúa a menudo en 1917, pero según datos del censo y de la seguridad social, lo cierto es que nació en Iowa en 1916.


Proenneke sirvió como carpintero en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en esta época cuando contrajo fiebre reumática, lo que le obligó a permanecer postrado en cama durante seis meses. Según Sam Keith, amigo suyo, esta enfermedad influyó mucho a Proenneke, que decidió dedicar el resto de su vida a fortalecer y mantener sano su cuerpo.


Después de dejar el ejército, Proenneke estudió para convertirse en mecánico de motores diésel. La combinación de su inteligencia, su adaptabilidad y su fuerte ética respecto al trabajo, lo convirtió en un mecánico experto. Aunque bastante hábil en su oficio, Proenneke sucumbió a la llamada de la naturaleza y se marchó a Oregón para trabajar en un rancho de ovejas. Finalmente, se mudó a la isla de Shuyak, en Alaska, en 1950.


Durante algunos años trabajó como operador de maquinaria pesada y reparador en la base naval de Kodiak. Proenneke pasó los siguientes años trabajando a lo largo del estado de Alaska como pescador de salmón y mecánico. Sus habilidades como mecánico eran bien conocidas e intensamente requeridas, lo que le permitió amasar una pequeña cantidad de ahorros con los que retirarse. Proenneke se instaló entonces en Twin Lakes.
Retiro


El 21 de mayo de 1968, Proenneke llegó a su nuevo lugar de retiro en Twin Lakes. Antes de llegar a los lagos, hizo los arreglos pertinentes para usar una cabaña en el lago superior deTwin Lakes, propiedad de un capitán de la marina retirado, Spike Carrithers, y de su esposa, que dejaron esta propiedad al cuidado de Proenneke. Esta cabaña estaba bien situada en el lago, cercana al sitio donde Proenneke decidió construir la suya propia. Su amigo Babe Alsworth, piloto de avioneta, regresaba ocasionalmente para traerle comida y determinados encargos de Proenneke.


Proenneke se mantuvo en Twin Lakes durante los siguientes 16 meses, momento en el que decidió regresar a casa por un tiempo con el objeto de visitar a sus familiares y asegurar más suministros. Regresó a los lagos en la primavera siguiente y permaneció allí durante los siguientes 30 años, abandonando el lugar ocasionalmente para visitar a la familia.
Muerte y legado


En 1999, a la edad de 82 años, Proenneke regresa a la civilización y vive los siguientes años hasta su muerte con su hermano en California. Muere de un ataque en 2003 con 86 años. Donó su cabaña al servicio de parques y permanece como un lugar de visita en la remota región de Twin Lakes.


En 1973, Sam Keith publica el libro One Man's Wilderness: An Alaskan Odyssey, escrito a partir de los diarios y fotografías de Proenneke. En 2005, algunas de las películas realizadas por Proenneke comienzan a emitirse en televisión. Principalmente consisten en escenas en las que aparece Proenneke llevando a cabo tareas alrededor de la cabaña, utilizando la canoa o caminando, y escenas de la vida salvaje, junto a la narración del propio Proenneke. Para grabarse a sí mismo, fijaba la cámara en un sitio, y entonces realizaba las tareas. Esto hacía necesario regresar a la ubicación de la cámara después de caminar o usar la canoa en la distancia.


También en 2005, el servicio de parques naturales y la Alaska Natural History Association publicaron More Readings For One Man's Wilderness, otro volumen de los diarios de Proenneke. Este libro cubre los años en los que el parque natural fue establecido. Proenneke tuvo también una estrecha relación con el servicio de parques naturales, ayudándoles con grabaciones en vídeo de zonas sensibles y la notificación de la presencia de cazadores furtivos.

https://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Proenneke